Lo hacemos, todos. Cuando estamos cansados, necesitados,
desorientados… nos aferramos a imposibles. Sabemos que no es bueno, pero lo
necesitamos tanto que no podemos evitar hacerlo.
A veces te enamoras de lo que tienes en tu cabeza, nada más,
pero eso no siempre es real y hay que saber verlo y luego aceptarlo.
Hay una frase, que digo mucho, y que resume lo que, en
muchas ocasiones, sentimos por la gente que nos rodea. No puedes pasar del amor
a la indiferencia en dos días.
Es así, cuando quieres a alguien lo quieres, aunque te
decepcione, aunque te falle, aunque no cumpla tus expectativas en algunos
momentos. Pero cuando no lo quieres, cuando lo que quieres está en tu cabeza y
no en la persona que tienes delante… la indiferencia te llega con la primera
decepción.
Pierdes las ganas de estar con esa persona, pierdes las
ilusiones que tenías, pierdes la visión. Abres los ojos y ves la realidad, que
no tiene nada que ver con la realidad anterior. Y te das cuenta de que lo que
tienes delante es un ser, que nada tiene que ver con tu visión.
La primera decepción es la prueba de todo. O la vences o no y no hay marcha atrás suceda lo primero o lo segundo.
Si la vences no pierdes nada, te haces más fuerte y la otra
persona también. Es la primera batalla y le pierdes el miedo a las siguientes,
no te preocupan. Si no la vences, se acaba.
No, no me refiero a ganar o perder. Todo en esta vida se
supera, pero o lo haces solo, o lo haces acompañado. Perder es ver que tienes
que hacerlo solo. No es una pérdida en si, la realidad es que siempre tuviste
que hacerlo solo, pero hasta que no llega el momento, no lo ves. Eso es perder,
aunque ganes igual. Pero siempre será una victoria amarga.
A veces la solución es rendirse y seguir tu camino, luchar
tus batallas y soltar lastre. No es una rendición en si misma, nunca estuviste
acompañado, pero creíste estarlo, por eso duele.
Cuantas más veces te pasa, menos duele, antes llega la
indiferencia, antes se supera… es la costumbre supongo. Sólo cuando superas eso
eres capaz de avanzar hacia otro lado. Uno distinto, ni mejor, ni peor. Distinto.
Empezar algo siempre es bello porque todo es nuevo. Al
partir de cero cualquier cosa que hagas es maravillosa, es un avance. Vas
acumulando recuerdos buenos que, con suerte, te ayudarán a superar los momentos
malos.
¿En qué nos equivocamos entonces? ¿No acumulamos ambos
momentos buenos? ¿No nos ayudan igual a superar los malos?. No. La verdad es
que no. Es triste decirlo, pero es así. Cada uno vive su realidad y lo que para
una persona puede ser bello, para otra es costumbre, es simplemente normal. Por
eso cuando llega el momento no hemos acumulado los mismos recuerdos.
A veces se trata simplemente de encajar. Es cuestión de dos,
no de uno. Tienen que encajar ambos. No tú solo con tu realidad del momento.
Cuando llega la decepción puedes hacer dos cosas. Una sale
sola, recordar. Aferrarte al imposible. Te preguntas cosas como: ¿Es que se ha
olvidado de lo que hemos vivido? ¿Es que no se acuerda de lo que me dijo? ¿Es
que ya no le valgo? ¿Por qué hizo, dijo… si todo era mentira?. Recuerdas
palabras, experiencias, sensaciones y te aferras a tu propia realidad.
No, siento decirlo. No se acuerda de lo que habéis vivido de
la manera que tú lo recuerdas. Para esa persona fue sencillamente un momento
más de su vida que probablemente haya experimentado en multitud de ocasiones.
No tiene nada de especial. No sintió nada.
Tampoco se acuerda de las palabras, ni de las que dijo y ni
de las que dijiste. Esto es un hecho. La gente, en determinados momentos dice
muchas cosas, que luego no puede mantener. Es una cuestión, además, de
probabilidades. Si tu sabes que algo es difícil de mantener porque tiene muchas
probabilidades en contra, es, simplemente, difícil de mantener, te digan lo que
te digan. Tú lo crees porque necesitas creerlo en ese momento.
Por desgracia, no, no le vales. Sólo has valido durante un
momento, durante un segundo, en una circunstancia determinada de su vida, pero
no, tú, al completo, tu persona, no le vale para más que para un mero
pasatiempo. Obviamente no significas nada, ni remotamente parecido a lo que esa
persona significó para ti.
Cuanto más te aferras a esa realidad más la alejas de ti y
más te hundes en tus recuerdos, en tus por qué esto, por qué lo otro. Salir de
ahí es difícil. Para algunas personas, imposible. No saben salir de ahí porque
creen firmemente que su realidad fue real.
No puedes reprochar a esa persona lo que no ha sentido o lo
que ha dicho, incluso lo que ha prometido, porque tú mismo, en tu fuero
interno, sabes que las posibilidades de que eso se cumpliera eran casi nulas.
Yo solo conozco una manera de salir indemne de algo así, la
segunda cosa que podemos hacer: Desmontar los recuerdos. Ver las cosas desde el
otro punto de vista. Sentir lo que el otro verdaderamente sintió y convertir
toda tu realidad en una burda mentira. Así y solo así eres capaz de no odiarte,
de no odiar a la otra persona y de sentir la indiferencia oportuna, que te
permita desengancharte de tu realidad irreal, de tu imposible.
Nadie tiene la culpa de estas cosas. Simplemente suceden. No
se pueden evitar tampoco, porque los sentimientos no se pueden controlar y en
determinadas circunstancias menos.
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo evitarlo desde un primer momento para
no sufrir tanto?. Esa es la pregunta que me ha hecho mi amiga, la de la pamela. ¡Guau!. ¡Que pregunta!. Ni siquiera se si tiene respuesta, la verdad.
A mi no me importa sufrir, porque tengo la seguridad de que eso acaba y de que, a veces, en ocasiones sorprendentes, tu realidad es real y merece la pena, pero no todo el mundo es como yo. Yo puedo desmontar realidades, pero no todo el mundo puede. No se, es complicado contestar a eso. Supongo que lo que no hay que hacer, nunca, es dejarse llevar por una sola realidad.
Veréis. Si una persona pierde su esencia contigo es que no
es real. No se como explicaros. Lo podéis ver en su día a día, si es que
queréis verlo.
Una persona que no mantiene la ilusión por nada, no puede
tener una ilusión permanente contigo, porque no es capaz de mantener las ilusiones
y va de una a otra como una veleta. Eso ya te indica que no durará. Una persona
que no se arriesga con nada, no va a arriesgarse contigo. Una persona que
miente a otros delante de ti, te mentirá a ti. Una persona egoísta, será egoísta
contigo. Una persona que no es fiel a su palabra, no lo será tampoco con las
palabras que te dice…
La gente solo puede mantener su fachada durante un tiempo.
Después desaparece. Se esfuma. Sólo queda la realidad. Y muchas veces no
estamos preparados para ver esa realidad.
Puede que la realidad de esa persona no diste demasiado de
la que tú pensabas y, aunque tenga defectos insuperables que le conviertan en
alguien no apto para ti, puede permanecer de alguna otra manera, superficial
casi siempre, en tu vida.
Pero puede que esa realidad sea demasiado distinta a lo que tú
imaginabas y entonces, la decepción es tan grande, tan abrumadora, la mentira
es tan inmensa, que descomponer los recuerdos cuesta un mundo.
No voy a contaros la historia de mi amiga, pero está en este
segundo caso. La realidad era tan distinta que hasta contenía esposa e hijos. ¿Cómo haces para superar eso?. Teniendo claro que la hormiga era él y que nada,
absolutamente nada de lo que vivió contigo fue real. No puedes aferrarte a
ninguno de sus recuerdos porque todos tuvieron una mentira tan grande detrás,
que nada puede mantenerlos.
Necesitas tiempo y experiencias nuevas. No puedes quedarte
en casa a recordar. Tienes que, no, debes, conocer gente nueva. Es justo el momento
de forzarte a vivir emociones intensas. Sabiendo que no te llevarán más que a
una parte: el olvido de la mentira. Cuantas más cosas vivas más rodearan
aquello que recuerdas, lo acorralarán y lo harán tan pequeño que acabará reducido
a la nada. Un recuerdo minúsculo de entre los miles que tiene tu cabeza.
Vendrá, de vez en cuando, pero ya no producirá dolor, será un simple hecho.
El tiempo lo cura todo. Pocas cosas son más ciertas en esta
vida. Pero al tiempo hay que ayudarle con ganas y esfuerzo, él solito no puede
llevarte a ninguna parte donde tú no quieras ir. Pero si lo intentamos, todos, absolutamente todos, podemos conseguirlo.
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