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martes, 21 de enero de 2014

Dime de qué presumes...

Y te diré de qué adoleces.

Me encanta ese refrán. Qué cierto es a veces.

El otro día un conocido me dijo que la seguridad en uno mismo atraía a las mujeres. El domingo una amiga se preguntaba por qué había perdido la seguridad en si misma. Ayer un compañero me dijo que ojalá tuviera la seguridad en si mismo que yo tenía.

Y aquí estoy. Escribiendo sobre un tema del que, realmente, no me gusta mucho hablar.

La seguridad en uno mismo es una actitud que te permite verte de una manera positiva sin llegar a la prepotencia.

La gente se para a mirar el mundo y juzgar a los demás continuamente, pero no se paran a juzgarse a ellos mismos.

Tienes seguridad en ti mismo cuando te conoces, no cuando no sufres nunca, no cuando crees que tienes las respuestas para todo.

Cuando te conoces generas expectativas realistas sobre tu persona, que no significan expectativas negativas tampoco, simplemente realistas.

Te aceptas, como eres. Con tus defectos y tus virtudes y no dependes de la aprobación de los demás para hacer nada. Sólo de la tuya propia. Pero eso no significa, en absoluto, que puedas hacer de todo, a cualquier precio. Significa que eres capaz de hacer cosas que tú consideras acertadas o que te apetece experimentar incluso cuando la sociedad está en contra y que, el hecho de hacerlas, no te hace sentirte culpable simplemente porque los demás no las aprueben.

La seguridad en uno mismo, además no es una característica general del individuo. Un ser puede tener seguridad en uno mismo en unos aspectos de su vida y en otros no.

Es cierto que suelo ser muy crítica con la gente que no tiene seguridad en si misma, pero lo soy más aún con aquellos que lo aparentan. Los prepotentes.

Mucha gente se equivoca y considera que tener seguridad en uno mismo es sinónimo de ser prepotente o pagado de uno mismo. No es cierto. El prepotente necesita una aprobación continua, necesita venderse, te da más información sobre si mismo de la que realmente le has pedido. Necesita que todo el que le rodea le admire, le alabe, le aplauda… hablan hasta de lo que no saben y son capaces de discutir, incluso con expertos, sobre temas que realmente desconocen, eso es un síntoma inequívoco de poca seguridad en uno mismo.

El prepotente proyecta todos sus defectos en los demás. No tiene capacidad para la autocrítica. Se cree infalible. No acepta la responsabilidad de sus errores porque cree que eso le hace débil. Cree que lo sabe todo y que es capaz de conocer a todo el mundo con solo rascar su superficie. En seguida mete a la gente en clichés y sacos comunes y le asusta todo aquel que sea diferente y no se ajuste a sus parámetros. Suele acercarse a gente poco segura de si misma porque eso le hace sentirse mejor, en comparación con los que le rodean y por el contrario, suelen huir de aquellos que sí tienen seguridad en si mismos, porque acaban sintiéndose inferiores.

El prepotente en realidad es cobarde y superficial por naturaleza.

Cuando alguien seguro de si mismo sufre, no es que haya perdido la seguridad en si mismo, es simplemente que está sufriendo porque el resultado de algo que ha hecho ha sido negativo para su persona. Pero precisamente esa persona, segura de si misma, sabe salir del sufrimiento aprendiendo con la experiencia. La persona poco segura de si misma puede quedarse en ese sufrimiento durante años, culparse por todo y acabar perdido en una burbuja de negatividad. El prepotente nunca sale de ahí, simplemente lo ignora, hace como si no hubiera pasado o busca culpables fuera de si mismo y huye. Jamás aprende. No evoluciona.

¿La seguridad en uno mismo atrae a las mujeres?. Si, es cierto. Y en un primer momento la seguridad en uno mismo se puede confundir con la prepotencia. Para echar un polvo una noche, para un rollete, hasta la prepotencia atrae, precisamente porque se confunde con seguridad en uno mismo. Una vez conoces a la persona, la seguridad en uno mismo enamora, la prepotencia cansa, la inseguridad aburre.

¿Y eso que significa? ¿Una persona puede ser segura de si misma o insegura o prepotente en todo? ¿En todos los aspectos de su vida? Pues no, lo cierto es que no, ser seguro de uno mismo te da claves en todos los campos pero eso no significa que tengas seguridad, sólo que es más fácil tirarse a la piscina en ocasiones. El prepotente siempre lo es, aunque a veces, cuando le conoces, puede mostrarse como un niño asustado, caprichoso e intransigente. La persona insegura, aunque a veces lo ve, no es insegura tampoco en todos los campos, el problema es que no sabe valorarlo.

El fracaso afecta más a los inseguros y a los prepotentes que a aquellos que están seguros de si mismos. Estos últimos sacarán siempre algo del fracaso, algo positivo.

Veréis. Yo estoy muy segura de mi misma, es cierto. Pero eso no significa que me crea la mejor, aunque a veces lo diga en plan de coña. No, significa que me conozco. Y no siempre fue así. Conocerte cuesta un mundo. Analizar lo que haces, por qué lo haces, lo que sientes, cuáles son tus puntos débiles, los fuertes… es muy complicado.

Hay campos que domino y en los que me siento muy segura. El ámbito laboral es desde luego uno de ellos. La maternidad no tanto, pero no me faltan ganas de intentarlo y muchas veces tengo que disculparme con mis hijos por errores que cometo, pero el caso es que no soy perfecta y no tengo por qué ocultarlo, solo aprender e intentar no cometer siempre los mismos errores.

Se que no soy capaz de aprender de mis errores a la primera. Eso lo tengo clarísimo. No es que no saque una lección y vea cual es el camino equivocado y cual el correcto, es que en ocasiones, depende del ámbito, los repito, y cuando me doy cuenta de que los estoy repitiendo, desando el camino. Cada vez lo hago antes y eso es algo positivo. Poco a poco, a base de cometer el mismo error, acabo por dejar de hacerlo. Solo es cuestión de tener confianza en mi y sobre todo paciencia.

Se que soy capaz de salir “de la mierda”. De eso estoy segura siempre. Es parte de mi. Ninguna “tragedia” de ningún tipo puede vencerme. Pero eso no significa que no las sufra.
Quizás uno de los ámbitos en los que me siento menos segura, y no de mi, si no del entorno, es en el del amor. !Quien no! ¿Os preguntaréis?. Pues los prepotentes, señores. Ellos son incapaces ni siquiera de saber qué es. No se arriesgan, luego pierden de antemano. Es lo que tiene ser así. Te lo pierdes todo. No sientes nada, no experimentas el riesgo… a veces lo intentan, por un periodo corto de tiempo, pero desisten al primer problema, generalmente con la excusa de merecer más porque ellos valen más, echando la culpa al otro, al entorno, a la situación, a lo que sea. Y pasan página porque están asustados.

No, nadie que no sepa enfrentarse a los problemas y encontrar soluciones merece más de lo que tiene. No os equivoquéis. En todo caso menos.

No luchar con uno mismo es fundamental. No marear lo que sientes, no dejarse inundar por el miedo de lo nuevo… Yo me enamoro, como todos, a veces. Eso es un hecho. Y cuando lo hago, lo siento al máximo, soy tierna, soy dulce, soy cariñosa y entrego lo que tengo, sea mucho o poco. ¿Por qué luchar contra eso?. Es absurdo, sería como luchar conmigo misma. No. Lo acepto. A veces me pasa y tengo que aceptar que a veces me equivoco con las personas. Pero eso no me hace peor persona. Me hace ser yo. A base de pasar por ello al final aprendes cual es la salida y como salir y te generas técnicas para hacerlo.

En ocasiones, como os he dicho, vuelvo a repetir el error, me enamoro de una persona parecida a la anterior, o peor. Pero no voy a pasarme la vida diciéndome, tonta que eres, no vales para nada. No, pienso en lo que ha durado, lo que he entregado, lo importante o no que ha sido y veo que, siempre, desando el camino y cada vez, lo hago antes, con mayor facilidad. No le valgo a esa persona, no le vale mi cariño, ni mi ternura, ni mi dulzura, ni mi inteligencia y desde luego, no le vale lo que entrego. No valgo para esa persona. Obviamente esa persona no vale para mi. No encajamos, no tenemos ninguna oportunidad juntos. Bien, pues lo que tengo que ver es qué no me vale de esa persona y por qué no encajamos. Obviamente si yo no puedo cambiar mi forma de entregar el amor, lo que tengo que encontrar es una persona a la que le valga eso, no cambiarme a mi misma y torturarme por lo mala que soy.

¿Lo hago?, pues si. Al principio me torturo, es otra de esas cosas que tengo, con las que vivo y que acepto. ¡Claro que lo hago!. Porque cuando hay sentimientos de por medio es difícil no hacerlo. Y porque una de mis técnicas es la destrucción de realidades, como ya os expliqué. Así que empiezo por un mea culpa y acabo por un, “bueno, no pasa nada, no es mi persona, no me veía, que le vamos a hacer” y sigo por donde he venido.

¿Eso es que pierda mi seguridad en mi misma?. Pues no, claro que no. Eso es que soy así, me acepto y me quiero como soy. Tengo defectos, como todos, y no hay que hacer un mundo de ellos, porque también tengo virtudes que en ocasiones me hacen ser una mujer extraordinaria y sin embargo mis defectos no me hacen ser un ser detestable.

Es curioso que alguien te diga que quiere tener la misma seguridad en si mismo que tú tienes ¡Dios no! Cada uno debe tener la suya, encontrar la suya. No podemos ser clones unos de otros.

Sin duda la clave es conocerse, tener paciencia con uno mismo y sobre todo vivir y experimentar para ir acumulando experiencias que te hagan conocerte mejor. Lo que nunca hay que hacer es acobardarse.

Hay un ámbito, en el que me siento completamente insegura y no encuentro realmente el camino por donde ir. Es todavía un sinsentido para mi. Mi enfermedad. Me cuesta arrancar con ella, me cuesta aceptarla, encontrarla… hace que tenga que cambiar otros ámbitos de mi vida en los que me siento cómoda, segura, y lo trastoca todo. Mi enfermedad en ocasiones hace que sienta que no valgo, en general.

Si, yo, tan segura de todo, tan bien que me conozco… pues ahí lo tenéis. La seguridad en uno mismo no se aplica a todos los ámbitos de una persona, ni a toda su vida.


Pero precisamente mi seguridad en mi misma, que de momento sigue ahí, estoy convencida de que me ayudara a encontrar, como dijo un amigo muy querido, el término medio. Solo necesito tiempo y paciencia.

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