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viernes, 10 de enero de 2014

Una página en blanco

Veréis. Hoy quiero escribir, es como si tuviera esa necesidad. Pero sin embargo no tengo nada que decir. No hay ningún tema especial que tenga en mente o que me haya sucedido.

A veces ocurre.

Mi hijo me ha dicho que soy la mejor mamá que se puede tener. Eso es precioso ¿verdad?. Cuando eres pequeño adoras a  tus padres. Son casi tus héroes. Capaces de hacer cualquier cosa.

Ayer lo comentábamos mi primo y yo (entre otras cosas como la técnica del hombre desnudo), en fin, hablábamos sobre la ingenuidad de los niños. Me contaba que su hija se escondía siempre en el mismo sitio y él fingía buscarla por el resto de la casa hasta que la encontraba, volvían a jugar y volvía a esconderse en el mismo sitio. Mientras la buscaba, se oía su risita nerviosa desde su escondite, cuanto más se acercaba más nerviosa se ponía. Eso es lo que hacen los niños. Su vida es más simple que la de los adultos.

No se si los adultos la hacemos más complicada de lo que es. No se cuando se pierde esa ingenuidad. Supongo que a veces es de golpe y otras lentamente, sin darte cuenta.


A mí me gustaría que mis hijos la tuvieran siempre. Al menos un poquito. Lo suficiente para mantener la ilusión por las cosas. Cuando la pierdes, cuesta mucho recuperarla. Hay gente que nunca la recupera y se hunde en su amargura.

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