¿Nunca os ha pasado que veis que alguien está metido en un
agujero sin encontrar la salida y queréis ayudarle pero no podéis porque sois
parte del problema o al menos esa persona os considera parte de él?.
Nunca me ha gustado ser un problema. Pero si lo soy, lo soy.
Supongo que es otra cosa que debo aceptar, por muy injusto que me parezca.
Yo ya conocí a esta persona con el mismo problema. Sin capacidad
para avanzar… todo proyectos inacabados… planteando proyectos nuevos que no
podía comenzar tampoco… perdido. Completamente perdido.
A veces la gente no se da cuenta de que ha llegado al final
de un camino y al principio de otro en su vida. Es incapaz de avanzar por el
nuevo e incapaz de acabar de dejar el viejo y se ven bloqueados en un cruce sin
sentido con una pierna en el pasado y otra en un posible futuro y eso les hace
no poder disfrutar del presente.
Si se lo digo tal y como lo pienso la cago, le sentara mal y
se agobiara, y si hago como si no pasara nada y planteo cosas nuevas de
distracción, parece que también la estoy cagando. Vamos que me parece que soy
la última persona que puede ayudarle ahora mismo porque sólo mi presencia le va a agobiar.
Siento que se equivoca enormemente conmigo. No ha estado
cuando debería haber estado e intenta estar ahora por cumplir una palabra que ya no tiene por qué cumplir porque ya no tiene sentido, en vez de
pasar página con lo antiguo que ya no tiene solución y mirar hacia delante.
Todos cometemos errores, yo, mi vecino, el de más allá... no podemos cumplir
las expectativas de todo el mundo y en algún momento de nuestra vida tenemos
que elegir cuales cumplimos y cuales no. Ya está, no hay que darle más vueltas.
Las mías es obvio que no las cumplió, pero las cosas hay que verlas en su
contexto y yo, al menos, se hacer eso. No soy tan generalista como para meter a
esta persona en un saco de incumplidores absolutos y vendedores de Biblias a
domicilio. Y yo, tampoco me voy a meter en un saco de maníacas depresivas con
tendencia a los agujeros negros porque estuviera hundida, ni voy a dejar que
nadie lo haga. Ni yo tengo la culpa de su situación realmente, ni él tiene la
culpa de la mía. Lo que pasó, tenía que pasar, por narices, ya que las
situaciones de cada uno eran las que eran antes de conocernos y ya íbamos de
camino al desastre individual. Al menos yo lo mío lo tenía claro, pero claro, de que te lo cuenten a que lo vivas hay un trecho, eso es indiscutible.
Ojalá pudiera regalarle a algunas personas mi capacidad para
cerrar temas, perdonar a otros, perdonarse a uno mismo, quedarse con lo bueno y
avanzar sin perder a la gente que realmente vale la pena en nuestra vida. El
caso es que yo pienso que valemos la pena ambos pero por separado.
En fin. Empecemos un nuevo libro y dejemos este en la estantería aparcado.
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