Le pegaba el nombre.
Voy a contaros una historia tal y como yo
la viví. Para recordar a una persona que merece la pena ser recordada.
Hace 10 años ya, me metí en una
cooperativa de viviendas. Acabó como acaban muchas de estas historias...
o no. Podía haber acabado peor, supongo.
Nos quedamos sin dinero. Más de 30.000€
aportados. Cuando el gestor terminó con la cooperativa en la que estábamos
metidos cerca de 2000 personas habíamos perdido el dinero, el terreno y nos
quedaban unos cuantos millones de euros en deudas.
Hubo muchas manifestaciones, ocupaciones
de los terrenos, encuentros con la policía... y él y su mujer, que habían puesto
todos sus ahorros para que sus dos hijos tuvieran una vivienda, ahí estaban. Los
primeros, sin rendirse nunca.
Se creo un foro privado y la gente hablaba
en él. De ahí que todos le conociéramos más a él. Ella no participaba en aquel
foro, aunque supongo que siempre estuvo, como estaba con él en otras muchas
cosas. Teníais que haber visto sus intervenciones. Era un ejemplo a seguir. Una
fuente de coraje y de ánimo pero ante todo, y sobre todo, de fuerza y saber
estar.
Cuantas veces no me calmaba a mi, que
tengo un genio de mil demonios y conseguía, mediante sus consejos, siempre
sabios, que me centrara.
Le diagnosticaron una enfermedad con la
que estuvo luchando años. Ambos desaparecieron de primera línea porque la
enfermedad de Santón les tenía ocupados en otra guerra. Pero él estaba siempre
ahí, para quien quisiera un consejo o unas palabras de aliento.
Luchó y mantuvo el coraje hasta el final.
La última vez que les vi, justo antes de mi divorcio yo no sabía que yo estaba
en la senda de otra enfermedad cruel y dolorosa.
No se derrumbó en ningún momento, ella
tampoco. A veces, todavía le recuerdo, sentado en el sillón, aguantando lo que
realmente se que eran unos dolores horribles y apoyándonos en todas las
iniciativas que acometíamos para conseguir al menos recuperar el dinero, mientras me contaban lo difícil que estaba siendo su enfermedad, las cosas que
habían probado y la multitud de esperanzas que todavía tenían.
Nunca dejaron de confiar en nosotros. Un
grupo de jóvenes que habíamos decidido no darnos por vencidos y recuperar hasta
el último céntimo, costara lo que costara. Mucha gente se quedó por el camino.
Pero ellos no. Siempre había un hombro amigo donde estuvieran.
La sabiduría de Santón y su inteligencia a
mi me ayudaron mucho en muchos momentos en los que mi carga personal, laboral y
familiar, mezclada con la cooperativa y la enfermedad que todavía no habían
encontrado, me superaban.
Si tuviera que resaltar algo de su
persona, de entre todas las cualidades que tenía, que eran muchas, inmensas e
intensas... serían su bondad y su firmeza para luchar por lo que consideraba
justo.
En aquel foro se llamó Santón. Así le
conocimos todos y así quedó en nuestra memoria. Aún sabiendo su nombre real, nunca pudimos referirnos a él de otra manera porque aquel hombre se convirtió en un ejemplo a seguir, y su nick, que tan bien le venía, nos acompañó con cada escrito.
Muy pocos meses después de aquel encuentro mi enfermedad empeoró y
yo desaparecí de aquel panorama también, en el que estuve metida durante años.
No pude volver a verlos.
Años después de aquello, después de casi
10 años de luchas lo consiguieron los que quedaban en pie. Recuperaron el
dinero para todos nosotros, con intereses. Pero él había fallecido apenas unos
meses antes. Nunca vio a sus hijos recuperar aquello que con tanto esfuerzo
habían ahorrado sus padres para ellos. No tuvo la satisfacción de ver el
resultado de tanta lucha porque otra, mucho peor, que tuvo que mantener durante
tanto tiempo, se le llevó.
Hace poco, en una querella criminal que no
ha acabado contra el gestor y su panda, nuestro abogado, que era uno de
nosotros, se acordó de él en medio de las alegaciones y no pudo contener las
lágrimas. No dijo su nombre, no hizo falta, todos sabíamos a quien se refería y
de algún modo él quiso rendirle homenaje y mencionarle, para sentir que al
menos, al final, siguió estando con nosotros. Pero no pudo ser tan fuerte, y le
costó un mundo recomponerse y seguir con las alegaciones. Nadie habría podido.
Sus lágrimas eran las de todos nosotros. La impotencia de sentir que no lo
conseguimos a tiempo. Que en cierta manera, sin poder evitarlo, le fallamos,
cuando él, jamás nos falló a nosotros. La frustración. La amargura de una
victoria que jamás será dulce porque él no estaba.
A veces me acuerdo de él en aquel sillón,
sin perder la compostura, el aliento, la fuerza y sobre todo su bondad para con
todo el mundo y me da ánimos para seguir.
Hoy pensaba que no tengo tanto tiempo como el resto. Que algún
brote atacará a algo irreparable y terminará con todo.
He abierto el correo y he visto que un compañero de aquel grupo,
gran amigo mio, había enviado el vídeo de las alegaciones a la mujer y los
hijos de Santón, en nombre de todos nosotros, contándola que era un pequeño
homenaje que queríamos hacerle y en su mensaje entre palabras de recuerdos grabados
a fuego que nos había dejado este gran hombre, había un mensaje que decía:
Santón siempre estará con nosotros.
Desde luego hablaba en nombre de todos.
El mail de mi amigo me ha emocionado. Pero la respuesta de su
mujer más aún. Agradecía nuestras palabras y nos recordaba que Santón siempre
había sido un modelo a seguir, sin duda, para todos nosotros lo fue. Pero al
final de aquel mensaje, nos agradecía que le tuviéramos presente y le hubiéramos
admirado tanto.
Nadie, que le hubiera conocido, habría dejado de admirarle y
tampoco a ella. No debería agradecernos algo que jamás habríamos podido evitar.
Pero supongo que así es ella. El otro gran corazón de esa pareja. La mujer que
aguantó y peleó a su lado en todas las batallas. Que gran coraje.
A veces pienso que debe ser duro para ella que le recordemos
tanto. Porque nadie le recordará más que ella. Pero cómo evitarlo cuando han
sido tan significativos en nuestras vidas.
Yo me acuerdo de él ahora por otros motivos. "Hay que intentarlo" me
dijo una vez cuando fui a proponerle otra idea que se nos había ocurrido casi ya sin convicción, "si nos rendimos, es cuando no lo vamos a conseguir". Hablábamos de
otra cosa pero ahora, después del último brote y de lo agotada que me está
dejando esto… me acuerdo de esas palabras y si estuviera delante le diría: No
me rindo Santón, sólo estoy cansada, pero no pienso rendirme.
Pues que ese magnetismo y esa certeza y fe en las soluciones de ese hombre bueno, te vengan a la memoria cuando te sientas decaer y sigue escribiendo, porque hoy, tú me has levantado el ánimo de la mano de Santón.
ResponderEliminar